Puedo jurar
y juro que nada me da más miedo que el miedo a quedarme sola. A no tener a
nadie con quien compartir mis tristezas, porque alegrías serían pocas. A que de
la noche a la mañana mi vida se convierta en lo que nunca pensaba que se
convertiría. Ni andar a las cuatro de la madrugada por un callejón oscuro, ni
perderme en medio del océano, ni siquiera la muerte. Nada me da más miedo que
eso. Sólo de pensarlo mis músculos se contraen, mis ojos se humedecen, y yo
misma hago un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarme. Cada vez que te miro,
inevitablemente, me pregunto: “¿qué sería de mi vida sin ti?”. Y la respuesta,
siempre es la misma. Nada.