- Cómo te ha
mirado, ¿eh?
- Como una
mujer.
- Sí, pero
como una mujer que te desea. ¿Qué les das?
- Nada. O quizá
todo. A lo mejor es eso lo que les gusta, quizá prefieran a los hombres
imprevisibles. Fíjate… Conseguí su número y le mandé un mensaje. Fingí que me
había equivocado y le envié esta frase: “Te miraría millones de veces sin
aprenderte nunca de memoria.”
- ¿Y después
que hiciste?
- Nada. Esperé
toda la tarde. Pensé que, teniendo en cuenta su manera de ser, al final acabaría
respondiendo.
- ¿Por qué? ¿Cuál
es su manera de ser?
- Educada y
lineal. Estoy seguro de que cuando leyó el mensaje una parte de ella quería
responder por educación y la otra tenía miedo de hacer algo inapropiado.
- ¿Y al
final?
- Me
contestó. Mira: “Creo que se ha equivocado de número.” A continuación yo le
escribí: “¿Y si ha sido la fortuna la que ha hecho que me equivoque? ¿Y si es
cosa del destino?” Me pareció oírla reír.